¡Madrid, llibertat!

¡Madrid, llibertat!

El equipo estratégico de Díaz Ayuso apuesta por replicar el modelo de discurso del populismo ultranacionalista. Las coincidencias con el argumentario del secesionismo catalán presenta un curioso fenómeno de comunicación política

El pasado 21 de septiembre, Pedro Sánchez visitó la sede de la Comunidad de Madrid como prueba de su voluntad de colaborar institucionalmente con el control de la expansión del virus en la región más castigada de Europa. La presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, respondió con un discurso ambivalente en el que mostraba su voluntad de llegar a acuerdos pero, a la vez, advertía de que la comunidad no podía ser tratada como el resto, porque era peculiar. Desde el atril, delante de la llamativa hilera de banderas españolas y de la comunidad lanzó su ya popular mensaje de que «Madrid es España dentro de España». En su intervención, concluyó que «tratar a Madrid como al resto de las comunidades es muy injusto».

El discurso de Díaz Ayuso fue objeto de todo tipo de chanzas. La peculiar definición de una injusticia basada en que te traten igual que a los demás tampoco era fácil de asimilar. Sin embargo, en ese momento empezaba a perfilarse una línea de comunicación política que intenta marcar el actual debate público. De la noche a la mañana, el PP madrileño parece haber encontrado una atalaya en la que situarse. Piensa que puede darle una posición ventajosa frente a sus oponentes. La estrategia pasa por replicar la estructura de un discurso nacionalista similar en muchos aspectos cruciales al que ha utilizado hasta la saciedad el movimiento independentista catalán.

El PP ha conseguido extender entre buena parte de sus votantes su posición de un abierto enfrentamiento entre gobierno central y autonómico. De hecho, entre ellos se ha extendido la idea de dos partes enfrentadas a las que se exige buscar una solución. Como explica Rafa Rubio, profesor de comunicación política de la Universidad Complutense, «vamos a seguir encontrándonos la pelea permanente entre dos relatos que utilizan la realidad a su antojo para defender una posición. Cuando hay tantas decisiones entrecruzadas es muy complicado atribuir la responsabilidad a unos u a otros».

El nacionalismo madrileño

Este fin de semana, el periodista Pablo Ordaz recogía en las páginas de El País el testimonio del sociólogo Narciso Michavila, el asesor electoral de Pablo Casado: «Es mi mirada de sociólogo, pero creo que la pandemia ha hecho desde la primera ola que aflore en Madrid un sentimiento que no había aflorado jamás en Madrid, y es un sentimiento de nacionalismo madrileño, provocado en parte por una especie de madrileñofobia que ha podido surgir en el resto de España por temor al contagio. (…) Y yo creo que lo que hace Isabel, y Miguel Ángel Rodríguez, es enarbolar el sentimiento nacionalista».

Efectivamente, todo el trabajo de comunicación desarrollado desde la Puerta del Sol cimenta un discurso basado en un principio conocido de todos: existe en España una región castigada y perseguida por un gobierno central autoritario y antidemocrático ante el que sólo cabe el enfrentamiento abierto en defensa de la libertad, la dignidad y la democracia. Escuchar estos días a Díaz Ayuso supone recordar palabra por palabra las intervenciones de Torra o Puigdemont, cambiando Cataluña por Madrid.

Queda la duda de a quién beneficia la situación actual. Toni Aira, profesor de comunicación política en la UPF Barcelona School of Management, afirma que «esta era la crónica de un estado de alarma anunciado, la teatralización de unos y otros llevaba a pensarlo. Ayuso quería que se le aplicara el estado de alarma para victimizarse y quitarse de encima lo más antipático de la gestión. Se ha mostrado absolutamente incapaz al frente de una crisis de estas dimensiones».

La victimización como elemento movilizador

El principio de victimización, clásico de los nacionalismos excluyentes, pretende extender un impulso de movilización en torno a una serie de símbolos que, supuestamente, se ven amenazados por la vileza y la maldad intrínseca en un poder dictatorial. En el caso catalán lo representaban la Corona y el Gobierno del Estado. Mientras, desde el nacionalismo excluyente madrileño, el enemigo que acecha y ataca es un Gobierno socialcomunista que no conoce límites en su deseo de destruir el propio Estado que debe administrar. Como señala Toni Aira, «es una situación muy esperpéntica y la antítesis de lo que debería ser la acción política y más en tiempos de pandemia».

Al igual que ha ocurrido en Cataluña, el populismo ultranacionalista vive de atribuirse una representación universal que nadie le ha dado. El pacto de los populares con Ciudadanos y la extrema derecha de Vox le permitió a Díaz Ayuso ocupar la presidencia. Desde esa posición ha asumido que lo que ella defiende es lo que los madrileños en su totalidad defienden. Al igual que Puigdemont mantiene que es la voz del pueblo catalán, la presidenta madrileña no duda en mantener que representa a los madrileños en su totalidad. Cabe recordar que el PP en las elecciones autonómicas de Madrid obtuvo el 22% de los votos. Fue apoyado por poco más de 700.000 madrileños. El PSOE fue el partido más votado, por encima del 27% y casi con 900.000 votos. Rafa Rubio cree que «el argumentario del PP reafirma un relato que va mucho más allá del Covid, es decir, la propia utilización de las instituciones por parte del Gobierno».

Atribuirse poderes fuera del marco constitucional

En un esquema idéntico al que sigue el secesionismo catalán, su decisión de imponer un discurso unilateral, lleva al gobierno madrileño a enfrentarse a la legislación vigente que otorga al estado español atribuciones avaladas por la Constitución. La decisión de Pedro Sánchez de aprobar el estado de alarma, ante la negativa de la CAM a seguir las indicaciones del Gobierno, se considera bajo este escenario un acto de opresión y de aplastamiento de los intereses reales de los madrileños que, por supuesto, sólo representa Díaz Ayuso.

Para que este modelo de autoatribuciones funcione son necesarios símbolos que permitan la identificación del grupo dominante. Desde esa perspectiva, la derecha madrileña ha elegido hacer suyas instituciones del Estado en su conjunto, como la figura de Felipe VI. El despertar del sentimiento republicano tras los escándalos hechos públicos protagonizados por el rey emérito sirve de apoyo a un movimiento de defensa de la figura del actual monarca, tan absolutamente innecesario como aparente. La bandera española y el himno nacional pasan a ser los símbolos de una sojuzgada comunidad de Madrid porque, como dijo la presidenta: Madrid es España, dentro de España. Para Toni Aira, «el PP en Madrid ha exacerbado dos tendencias o maneras de hacer política: erigirse siempre como los más liberales pervirtiendo el propio concepto liberal y una especie de nacionalismo madrileño, envueltos permanentemente en la bandera de Madrid».

El conflicto madrileño y el conflicto catalán

Todo lo ocurrido parece haber abierto un «conflicto madrileño» de la misma forma que subsiste el llamado «conflicto catalán». En realidad, en ambos casos, el enfrentamiento surge de la no aceptación de los dos gobiernos autonómicos de la limitación de su poder según la Constitución. Por este motivo, esgrimen con un lenguaje casi idéntico la apertura de un diálogo consistente en que deben ser aceptadas sus posiciones como única alternativa.

La representación de la realidad que pretenden transmitir es sencilla: ellos son los que defienden de verdad a los ciudadanos de sus comunidades, mientras el Gobierno del Estado busca dañarles con saña. No sólo buscan destruirles económicamente, si no que no les importa acabar con la vida de los ciudadanos que los gobiernos autonómicos sí que protegen. La idea que pretende trasladar es que todo lo que viene del Estado maligno y autoritario es negativo para los habitantes de la región, mientras todo el ansiado bienestar proviene de la bondadosa y eficaz administración autonómica.

Ciudadanos en el rol de ERC

Al igual que en el caso catalán, la coalición que sustenta el gobierno autonómico tiene serios rasgos de inconsistencia. Ciudadanos acaba por repetir, para su desgracia, el siempre incómodo rol desempeñado por ERC. Si en Cataluña, Puigdemont acaba por decidir el rumbo de la mayoría independentista, en Madrid, el PP decide con innegociable autoridad lo que hace el gobierno. Ciudadanos superó los 600.000 votos en las elecciones y quedó a menos de 100.000 del PP. Ya nadie parece acordarse.

Ayer mismo, Begoña Villacís, líder de Ciudadanos en el Ayuntamiento de la capital, realizaba unas llamativas declaraciones a los medios en las que mantenía que lo que sucede en la comunidad de Madrid supone «un fracaso de la política» que sólo puede ser superado si las partes en conflicto se sientan a hablar y a acordar soluciones. Sólo le faltó decirlo en inglés: «Sit and talk». Ciudadanos, al igual que ERC, vive en un estrecho habitáculo pese a su amplia representación parlamentaria. No se atreve a enfrentarse abiertamente a Díaz Ayuso para no ser acusado de traición al emergente movimiento ultranacionalista. Tampoco quiere secundar de forma inquebrantable todas las iniciativas del PP para no verse abocado a su desaparición por la inutilidad de su propuesta. Como ERC, es partidario del pacto, pero al final no pacta.

El otro problema que vive Ciudadanos es el de compaginar su papel a nivel nacional con el que desempeña en Madrid como coaligado del gobierno. Rafa Rubio ve que «Ciudadanos ha intentado jugar la misma carta que viene jugando hasta ahora, la de ser el intermediario útil, pero esta es una posición muy compleja cuando se forma parte del Gobierno. Este intento de jugar a hacer de mediador político en Arrimadas funciona, pero en Aguado es difícil de manejar».

El fantasma electoral

Al igual que ocurre en Cataluña, el fantasma electoral sobrevuela sobre la coyuntura actual. En el caso de Madrid, toda la presión actual la tiene Ciudadanos que es es quien sostiene el gobierno de Díaz Ayuso. Tal y como explica Toni Aira: «Ciudadanos parecen ser lo más centristas de la clase, piden sentido común y te vienen a dibujar, con poca lealtad hacia su socio, que si por ellos fuera la cosa se estaría conduciendo de otra manera. Estas diferencias podrían perfectamente no haberlas hecho públicas, como ocurre en otros Gobiernos de coalición, pero quieren ponerse en valor con el fantasma de la posible moción de censura y cuidar la relación con el PSOE».

Algunos analistas quieren ver en el giro ultranacionalista madrileño del PP la posibilidad de forzar un adelanto electoral que le diera una mayoría suficiente para gobernar sin el condicionante de Ciudadanos y adelantando por la derecha a Vox. Parece claro que los populares están marcando la agenda informativa. El actual debate público es el que Díaz Ayuso y sus asesores han buscado. Según Toni Aira, «El PP está encantado con que esto pase y la sobreactuación lo demuestra. Se nota que lo buscaban y, finalmente, cuando les ha caído el premio gordo, están exagerando en la reacción».

Dos frentes fragmentados e indefinidos

La estrategia de Díaz Ayuso y su asesor de cabecera, Miguel Ángel Rodríguez, se apoya en la fijación de dos frentes en conflicto. En realidad, la situación es mucho más compleja. Dentro del PP, no existe un consenso total respecto a que la batalla planteada desde la Puerta del Sol beneficie al PP en su conjunto. Hay quien cree que se trata de posicionar a la presidenta de Madrid como futura candidata a suceder a Pablo Casado y hacerla aparecer como la que mejor puede confrontar con Pedro Sánchez.

Para Vox y Ciudadanos, el actual escenario es más que incómodo. Vox, en Madrid, se queda sin hueco si es el PP el ariete contra el Gobierno de coalición. En toda esta batalla está intentando quedarse al margen colocando la moción de censura de Abascal como su escenario ideal. Ciudadanos vive su particular penitencia. Nada bueno va a obtener de la actual conflagración. Su papel queda desfigurado y sin un rol significativo.

Para Pedro Sánchez, el «conflicto madrileño» choca abiertamente con su propuesta de una respuesta unitaria frente a la emergencia sanitaria y económica. Dos no acuerdan si uno no quiere. Parece claro que la derecha no va a facilitar una posición de consenso nacional en los tiempos actuales. Unidas Podemos necesita tener su propio espacio político. La tensión existente le permite asumir un papel más relevante en sus manifestaciones públicas, aunque, por contra, tiene que resistir un ataque permanente al ser utilizado como flanco prioritario de las embestidas contra el Gobierno de coalición.

Por José Miguel Contreras y Eva Baroja
Publicado por eldiario.es
La comunicación política «es como el maquillaje», indican los expertos

La comunicación política «es como el maquillaje», indican los expertos

«Trata de ocultar aquello que no queremos que se note y destacar lo que más nos favorece», explican los consultores

Por J.M. Requena

La comunicación política «es como el maquillaje», ya que «trata de ocultar aquello de lo que no queremos que se hable y destacar lo que más nos favorece». Así lo explicó ayer Rafael Rubio, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y consultor político en una charla, dentro de los Encuentros de la Juventud de Cabueñes, con Fátima Micheo, exsubsecretaria de Comunicación de Presidencia del Gobierno de la República Argentina. «Es un juego permanente para tratar de destacar lo bueno y hacer pasar desapercibido lo malo, eso es crear agenda política: que se hable de los temas que más nos favorecen, en los que estamos más a gusto, con los que más nos identificamos y nos puedan hacer ganar más votos», incidió Rubio en el coloquio, moderado por el redactor jefe de LA NUEVA ESPAÑA Eduardo Lagar. Cuando no se puede lograr, los gabinetes de comunicación tratan de lanzar «cortinas de humo» con temas que perjudiquen menos al político y que puedan desviar la atención.

Rubio se mostró «dispuesto a trabajar con cualquiera, me caiga bien o mal, siempre que, de salir bien la estrategia, no fuera un perjuicio para la sociedad». Y remarcó que «el único que audita es el mercado, pero a veces premia la falta de honestidad». Para Micheo, «la comunicación política busca el consenso, explicar las medidas del gobierno y generar entendimiento, aceptación y no enfrentamiento», con lo que «debemos trabajar para que se entienda por qué hacemos lo que hacemos».

No obstante, indicó que «se están acelerando tanto los tiempos en la toma de decisiones que se complican mucho el diseño de las políticas y su comunicación». «El denominador común de las políticas de comunicación es el caos: tenemos estrategias de comunicación, sabemos qué tenemos que transmitir, pero después no es tan fácil porque hay pocas ventanas de oportunidad para comunicar lo que queremos», indicó. «Los dirigentes acostumbran a gastar más tiempo respondiendo a los ataques que les llegan», remató.

Publicado por La Nueva España

Facebook: nuevas reglas para las elecciones

Facebook: nuevas reglas para las elecciones

 

Tras nuevas revelaciones de cómo la red social fue utilizada en el año 2016 para influir en las elecciones, hoy Mark Zuckerberg ha anunciado las nuevas medidas que la compañía ha adoptado de cara a las elecciones presidenciales norteamericanas de 2020. 

Las medidas se suman a las ya existentes para las elecciones en general (reforzadas durante las elecciones al Parlamento Europeo) y a las específicas anunciadas en octubre de 2019, que buscaban evitar bots, proteger las cuentas de los implicados frente a posibles hackeos, aumentar la transparencia de las páginas (mostrando el nombre de su propietario), etiquetar los medios públicos de comunicación (en las páginas y en la contratación de publicidad), y facilitando las consultas sobre el gasto en publicidad de los candidatos. Añadir etiquetas de fact-checking y prohibir publicidad que promueva la abstención.

Además de reforzar algunas de estas políticas como el refuerzo de las cuentas de los implicados, o la identificación y eliminación de grupos o perfiles falsos o que promuevan la violencia, entre las nuevas medidas anunciadas la más destacada es sin duda la prohibición de contratar nueva publicidad  durante la última semana de campaña. No se trata de una jornada de reflexión ampliada, ya que «Los anunciantes podrán seguir publicando anuncios que comenzaron a publicar antes de la última semana y ajustar la segmentación de esos anuncios» si no de un margen de tiempo que, según la compañía, permita al resto plantear reclamaciones frente a falsedades o ataques injustificados y permita también que a través de la información que ofrece ya la  biblioteca de anuncios » cualquiera, incluidos los verificadores de datos y periodistas, pueda escrutarlos.»

Otras incluyen la colaboración con las autoridades electorales estatales (ya que en Estados Unidos la legislación electoral depende de cada Estado) para «identificar y eliminar» las publicaciones o la publicidad que incluyan «falsas reclamaciones sobre las condiciones de votación».

La limitación para facebook messenger  de reenvíos de mensajes que ya habían establecido para whatssapp, limitando «el número de chats a los que puedes enviar un mensaje al mismo tiempo».

Además, se compromete a reforzar medidas frente a la abstención, evitando información falsa que desincentive el voto, tanto respecto a los mecanismos de votación como a las amenazas que utilicen el Covid para desincentivar la participación.

Por último, incluye un conjunto de medidas relacionadas con el recuento, para evitar publicaciones que aprovechen las dificultades del mismo para deslegitimar el resultado, o el sistema electoral. En esta linea utilizarán la información oficial para ayudar «a la gente a entender que no hay nada ilegítimo en no tener resultados en la noche de las elecciones.», etiquetando como no oficial aquellas publicaciones que declaren la victoria antes de ser oficial y redireccionando hacia la información oficial. En esta línea etiquetarán también aquellas publicaciones que persigan » deslegitimar el resultado de la elección o debatir la legitimidad de los métodos de voto», y ofrecerá información oficial sobre la legitimidad de los mismos.

Se trata de un conjunto de medidas ambiciosas, que plantean una serie de dudas. La primera y la más evidente es la de la legitimidad de una compañía privada para establecer limitaciones que afectan de manera clara a la libertad de expresión y a la participación política (vinculada estrechamente a la libertad de expresión, especialmente en campaña electoral). Como ocurría ya con otras medidas ya en vigor el afán por proteger la legitimidad democrática puede silenciar el intercambio de información esencial para una campaña electoral y acallar denuncias legítimas, y amparadas en estos derechos fundamentales. Como señalaba Alex Howard con ironía: «El Chairman de la Comisión Electoral de Facebook anuncia nuevas reglas para la elección (…) y avisa que espera un resultado ajustado».

La medida de impedir la contratación de anuncios durante la última semana resulta innovadora y  es una solución (quizás un poco amplia en el tiempo) para evitar uno de los problemas más difíciles de resolver: la capacidad de reacción eficaz en un canal de comunicación que necesita minutos (a veces segundos) para extender un mensaje, sin dejar tiempo para reaccionar. El problema que se plantea es qué ocurrirá en esa semana con las publicaciones (no pagadas) a través de las que se puede lograr una difusión similar, recogiendo, por ejemplo, spots televisivos o creando piezas publicitarias para difundir de manera orgánica. Esta decisión no resuelve otros problemas de la publicidad política (de ahí que twitter prohibiera este tipo de publicidad) como  el uso del microtargeting político (algo que Google está tratando de limitar) que para muchos es la verdadera amenaza.  

PS. Una anécdota, en la traducción «oficial» (ofrecida por Facebook) del post de su fundador hay dos erratas que llaman la atención: «Estamos ampliando nuestras políticas de represión de votantes», al referirse a su política de suprimir información falsa que desincentive el voto. Y «proporcionará información autoritaria básica sobre la integridad de los métodos electorales y de votación.» donde debería decir información autorizada.

Moción de censura: la última jugada de Vox para recuperar a su electorado

Moción de censura: la última jugada de Vox para recuperar a su electorado

La moción de censura anunciada para septiembre es una estrategia para ganar relevancia, protagonizar el foco mediático y marcar la agenda política del verano

Los expertos critican que se utilice un instrumento constitucional tan excepcional como éste con fines estrictamente comunicativos

Eva Baroja

A la vuelta de vacaciones, y coincidiendo con el debate de los Presupuestos, seremos testigos de la quinta moción de censura de nuestra democracia. La tercera en los últimos tres años. Lo anunciaba por sorpresa Vox en el pleno del pasado miércoles. La motivación para presentarla es, explicaba Abascal desde la tribuna, «evitar que España caiga en la ruina y en la muerte», pero detrás de este más que cuestionable argumento se esconden otras múltiples causas que tienen que ver puramente con estrategias políticas. Lo que buscan es recuperar la relevancia perdida, marcar la agenda del verano y del inicio de curso y presionar a su competidor directo, el Partido Popular, llevando la iniciativa en el espacio de la derecha.

Los últimos sondeos dan a Vox una caída de entre dos y cuatro puntos que van a parar al partido de Casado. Su papel como oposición durante la crisis del coronavirus ha quedado desdibujado y sumido en la irrelevancia política ya que los temas que monopolizan el debate en esta crisis (salud, economía, políticas sociales…) no casan bien con su discurso visceral y emocional, siempre centrado más en cuestiones culturales e identitarias. Aunque saben que ganar esta moción es imposible, y que los números no dan, quieren volver a presentarse ante la opinión pública como el único partido que denuncia y abanderar por encima de todo un antigubernalismo que es su razón de ser: Vox contra el Gobierno, contra el sistema y contra el mundo. Un posicionamiento bastante arriesgado porque, en estos momentos, al resto de formaciones políticas no les interesa confrontar en exceso en un procedimiento de censura al Gobierno perdido de antemano.

¿Amenaza u oportunidad para el PP?

Políticos, periodistas y analistas coincidían estos últimos días en una idea: la moción no es contra el gobierno de Pedro Sánchez, es contra Pablo Casado, pero ¿hasta qué punto podría perjudicar a los populares que su contrincante ideológico lidere la censura al Gobierno? A Verónica Fumanal, presidenta de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), la moción de Vox le recuerda mucho a la que presentó Podemos contra Rajoy: «Ambas son un arma utilizada para debilitar a un partido de tu mismo espacio ideológico. En este caso, ponen en un brete al Partido Popular ya que va a tener que decidir entre dos opciones que son malas lo miren por donde lo miren: estar con Sánchez o darle la razón a Vox, concediéndole así el liderazgo de la derecha».

Sin embargo, el profesor de la Universidad Complutense y asesor político Rafael Rubio, considera que lejos de perjudicar al Partido Popular puede ser una buena oportunidad que le permita distinguirse definitivamente de la extrema derecha: «Frente a las acusaciones permanentes de que son lo mismo, tienen que hacer pedagogía y convencer a los votantes del PP que están enfadados con el Gobierno de que esta moción es una herramienta de propaganda«. En la misma línea se sitúa el sociólogo y especialista en comunicación política David Redolí, quien cree que «la jugada de Vox tiene riesgos enormes porque puede reposicionar al PP como un partido de Estado, que no anda en juegos ridículos cuando no toca y que es una derecha responsable e institucional». También podría beneficiar a Ciudadanos en su estrategia de transmitir una imagen de partido de centro, útil y bisagra bajo el nuevo liderazgo de Arrimadas. Así, el debate de la moción podría servir a los naranjas para diferenciarse y desligarse definitivamente de la foto de Colón.

Objetivo: recuperar el foco y marcar la agenda

Los expertos consideran que utilizar una herramienta tan excepcional como una moción de censura con fines estrictamente comunicativos desvirtúa su sentido y frivoliza con su gravedad. Para David Redolí, «la diferencia fundamental de esta moción con las otras es que solo está hecha para poner a Vox en el candelero durante un par de meses y generar una posición tremendamente incómoda a su principal adversario ideológico». Precisamente para evitar especulaciones y que se hable excesivamente del tema, Rafa Rubio cree que el PP ha actuado inteligentemente al dejar clara de manera rápida y efectiva su postura: «Antes de que acabase la sesión, avisaron de que no iban a apoyar la moción. Si no, la gente hubiese estado todo el verano plateándose qué es lo que va a hacer el PP y eso les perjudica».El mero hecho de hacer el anuncio a un mes vista pone de manifiesto lo que pretende el partido de Abascal: llamar la atención de los medios y aumentar los tiempos de exposición de la noticia. A Redolí, esta anticipación le parece «un disparate» desde el punto de vista estratégico porque «da mucho tiempo al resto de actores para reorganizarse». Llegado el momento de la votación, la mejor decisión que podría tomar el partido de Casado, según Fumanal, es la abstención. Aunque siempre es difícil de explicar y vender comunicativamente, la presidenta de la ACOP cree que es la opción que menos daño les haría: «Significaría que no pueden estar al lado de un presidente del Gobierno como Sánchez pero tampoco de alguien que censura en un momento de crisis y sin tener la mayoría necesaria para hacerlo».

Oxígeno al Gobierno de coalición

En los últimos cuarenta años, la mayoría de las mociones de censura no se han hecho con el ánimo de derribar al gobierno existente ya que en todas, exceptuando la que llevó a Sánchez a Moncloa, la aritmética no sumaba y no había alternativa real de Gobierno. Los motivos siempre han sido otros: escenificar ante la nación al próximo presidente como ocurrió en la de Felipe González contra Adolfo Suárez en 1980, desgastar a un partido de tu mismo bloque como la que presentó Podemos en el año 2017 contra Mariano Rajoy o también acaparar la atención mediática en un momento en el que las encuestas van a la baja, como pretende hacer Vox con la de septiembre.

Sin embargo, esta vez, todo es distinto. Parece evidente que plantear una moción en medio de una crisis sanitaria y cuando el Gobierno de coalición lleva solo nueve meses en el poder no es la respuesta más adecuada que el país necesita para abordar la grave situación económica y social a la que nos enfrentamos: «En todos los países la oposición sigue haciendo su labor, pero no de una manera tan destructiva y tan frontal como se está haciendo en España. Ponerte a tumbar un Gobierno en un momento tan dramático y crítico no tiene sentido», afirma Redolí. El gran riesgo para Vox, según los expertos, puede ser que la moción de censura tenga el efecto contrario y en lugar de desgastar y perjudicar al Gobierno, le dé oxígeno y lo refuerce. Previsiblemente, PSOE y Podemos cerrarán filas y se crecerán, como ocurrió en las dos últimas elecciones, ante ese enemigo común que representa mejor que nadie el partido de Abascal.

Publicado en InfoLibre