Yoani Sánchez, Generación Y, ha sido detenida y golpeada y así nos lo cuenta. La actuación del gobierno cubano es un paso más en su estrategía contra una de las personas que, sólo con su teclado, se ha convertido en una referencia de la resistencia cívica cubana. El caso, más bien el drama, resulta interesante. Yoani nunca ha querido ser política, solo ser una voz de su generación, una generación cubana formada por personas

que arrastran sus «i griegas»

Yanisleidi, Yoandri, Yusimí, Yuniesky y otros

marcados por las escuelas al campo, los muñequitos rusos, las salidas ilegales y la frustración

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Es una persona normal, filóloga metiada a periodista, joven, apasionada, que huye de la política, que no es su problema, sólo contar como estan las cosas, las de cada día, las normales en muchas partes del mundo que en Cuba se reparten entre los milagros o los desastres sin solución. Quizás por eso es tan molesta para el régimen, porque pone de manifiesto la tragedia del pueblo cubano, que va mucho más allá del debate ideológico y las batallas de las ideas donde la maquinaría del régimen se sigue desenvolviendo con cierta soltura.

El ciclo es bien conocido, hicieron como si no existía hasta que no pudieron ignorarla más, empezaron a acusarla de gusano, colaboracionista, enemiga de Cuba, luego le impidieron salir al extranjero para recoger unos premios, que no sólo contenían el castigo al gobierno de Castro, sino el reconocimiento al arte de comunicarse con millones de personas desde una habitación de la Habana.

La pregunta quiere ir más allá, ¿se puede no vivir indiferente sin entrar en conflicto con un Estado que quiere controlarlo todo? ¿se puede no ser política en un Estado totalitario, donde todo es, se quiera o no, asunto de Estado? y yendo aún más allá, quizás demasiado lejos, ¿se puede ser ciudadano, aunque uno no aspire a más que ciberciudadano, sin meterse en política?