The secret’s in the sauce. (Fried Green Tomatoes) (

Alguien digo alguna vez que en Portugal conviven los ordenadores con las gallinas, en la misma habitación. Y en la calle ropa tendida y antenas parabólicas, es un país inacabable, que nunca se termina, un país que siempre anda a medias, como esperando los últimos retoques. Un país de mujeres con bigotes y figurines de Hermes, de ejecutivo con prisa y sabios populares que te regalan con dichos como “uno no saba nada, todos lo sabemos todo” o “rápido, rápido tanto que no llega nunca a ningún lado” (en portugués por supuesto).

Uno se olvida un poco de esos tres nuevos enemigos de la felicidad del homínido contemporáneo, Prisa, Éxito y Ruido; Al sur de Lisboa, en Setubal, las Misioneras de la Caridad llevan una residencia de deficientes psíquicos y una casa para niños de la calle, Las misioneras de la caridad, hijas de la Madre Teresa de Calcuta, gozan de común admiración y respeto, quizás por su labor entre los más pobres de entre los pobres y uno se preguntan qué tendrán estas muchachas encencles que pasean su característico shari azuliblanco por los cinco continentes, con más de 600 casas repartidas en todo el mundo.

Tras pasar unos días en su casa podría decir que son auténticas mujeres: señoras pendientes, atentas, señoras de su casa con personalidad y mucho carácter.

Mujeres que han descubierto con el Papa que la oración y el silencio, son herramientas imprescindibles para caminar por este mundo.

Mujeres de otra galaxia que está muy metidos en esta tierra y sorprenden con una elegancia y unos detalles propios del mejor jefe de protocolo. (Helados, peajes…)

Mujeres que rebosan alegría, simpatía, buenas sensaciones…

Mujeres que dominan el trabajo en equipo

Mujeres con un abandono absoluto en la Providencia, con un comportamiento que para muchos podría ser un vivir continuamente “in the edge”, tentando la suerte. Una inestabilidad nada recomendable cuando todos nos empeñamos en agarrarnos a la seguridad, laboral, afectiva, vital… que les permite vivir despreocupadamente y con una seguridad absoluta de que las cosas si se tienen que hacer

Mujeres sin historia que van haciendo la historia, gota a gota, grano a grano construyendo sin alboroto un mundo mejor, con una pala de alegría y cemento de silencio y oración.

La hermana superiora, Sister Joeyline, ejerce de superiora, es una persona firme, exigente, con gran personalidad, ejecutiiva, que está en todo, sabe lo que quiere y para conseguirlo no duda en arrodillarse a raspar pintura, o subirse a una escalera a pintar… para todo esto desborda cariño.

En la conversación surgen vidas de novela, Sister Prety Angeline, que salió de Africa y desde su poblado ha conocido ya tres continentes: su Africa natal, Calcutta, Roma… con años de experiencia habla de la Madre Teresa con veneración, conoce las historias de los niños y sueña…. con volver a Calcutta.

Sister Mahitma, pone toda su educación yankee al servicio de su trabajo, bromista, exigente, gran trabajadora, podría definirla como un tiburón de la solidaridad, una ejecutiva de las papillas y los biberones, los pañales y las medicinas… y del amor de Dios.

Sister Josefine, Sister Blondine y Sister Fortunella… Un equipo en el que hay simpatía, “buen rollo” al servicio de los deficientes, gobernado por Bella una señora joven, 35 años, con mil vidas. Hija de familia numerosa, sin instrucción, educada por la vida desde niña asumió las responsabilidades familiares y comenzó a trabajar con las hermanas, sin descuidar a la familia. Un hermano alcohólico, otro muerto de Sida… lo que, por temor al contagio, estuvo a punto de costarle lo que más ama en esta vida sus niños de Setubal.:

Ana, una chica en esa edad imprecisa en la que se empieza a mirar distinto a los niños, niña talludita, presumida; de familia tres hermanas de distintos padres. Una noche entró en el Hospital con un cuadro clínico sencillo, sarampión, y salío fuera de si, sin movimiento en ninguno de sus miembros y sin conocimiento, parece ser que duplicar la vacuna del sarampión tiene efectos terribles. Hoy, coqueta, mira al infinito y sonríe a carcajadas cuando escucha una voz de hombre, y se ilumina cuando va de estreno.

Catherina, es un bombón, suave, frágil, fruto de un intento de aborto, que mira como perdida, cuando llora lo hace desconsolada y por momentos llega a parecer normal.

Los favoritos de Bella, son Irina y Toni: la primera, a la que llama Gordiña, parece totalmente normal pero parece que se muere por dentro; el segundo Toni, al que llaman chorizo, es la imagen de la muerte, delgado, esquelético, se alimenta a través de una sonda directa al estómago. Natalia, Miguel…

Y de tanta historia, mil lecciones de la dureza del trabajo material, la importancia de la constancia en cualquier momento de la historia, de terminar las cosas, hacerlas bien sin dejarse llevar por el cumplimiento. Silencio, oración, calidad frente a la prisa, el éxito, la cantidad y el trabajar de cara a la galeria. Y toca sacar las cuentas que como siempre me saldrán negativas: todo en el Debe y nada en el Haber. Solo puedo dar las gracias, y pedir esa pintura rojita, color albero (y olé) que sirve para fijar la pintura y embadurnarme bien para recordar las “recetas” del Papa: Silencio y oración, Santidad y Oración (MCD) y recordar a Javier Aranguren y a “sus enemigos”, que son mis enemigos: éxito, prisa y ruido. Y pedir la humildad del que no sabe ser humilde, en insiste en recordarlo; y la obedencia, que exige asumir que “somos muchos”, la dependencia de unos demás; y la sonrisa perpetua; y el estar encima de los detalles para hacer un poco, un granito más felices a los demás; y el sacrificio en el trabajo, en el acabado de las cosas, en llevarlas hasta el final y no contentarme con ir lanzando “flores” que sin el abono del trabajo tienden a marchitarse; y que exige “autocorrección” que va más allá del “si cuela, cuela”. Y ese dejar de pensar mal de los demás, condescendiente calentamiento de cabeza, del que se cree por encima, que va segregando jugos más corrosivos que los gástricos y que al derramarse sobre alguién, rara vez se suelen volcar, le corroen la piel… Ser yo mismo, o volver a ser yo, si alguna vez lo he sido; estar siempre un poco “lejos del mundanal ruido”, “tan lejos, tan cerca” que nunca pueda ser neutral, indiferente.

Las monjas dan como el que no tiene, pero valoran infinito lo que dan, lo que les prestan aunque no sea suyo ni vaya a ser suyo.

Uno se deja llevar y se va haciendo a ese ritmo de calma y oración. Un mundo en el que la gente anda despacio, mira a la cara y se pregunta qué puede hacer para que estés un poco mejor, que mira, piensa, te sugiere, hace… todo para facilitarte las cosas y hace que uno diga, quiero vivir en un mundo así. Uno se asusta, recuerda aquello de la “descansada vida”, y al fin se rebela y se pinta su propio ideal: “un ritmo de vida que me permita pensar, rezar, mirar a las personas a mi alrededor y preguntarles con la mirada ¿qué puedo hacer por ti? Unos amigos que miren/piensen/vivan así. Unas tareas que me permitan empezar el día diciendo hoy en quién hay que pensar. Quiero vivir asi/aquí.

Y un día, 15 de agosto, de los que tiene que brillar el sol nos marchamos de excursión, al Santuario Mariano de Fátima. El día prometía, el plan abierto, en manos de Dios, al salir un intento vano de distribuir, a imitación de los ejecutivos de las grandes compañías, a las 6 hermanas entre los dos coches, ellas, que no saben de previsión decidieron ir juntas, política de empresa.

Durante el viaje el coche desborda música, canciones y alguna oración, no hay preparación, muchísima ilusión, y a uno le entran ganas, envidia de vivir así sin preocupaciones, abandonado totalmente en manos de Dios. A alguno podría parecerle temerario, tentar la suerte… pero no hay ningún signo de prepotencia, nada más que un abandono total en manos de la providencia que les permite vivir asi, despreocupadas, seguras, convencidas de que, pase lo que pase, será lo mejor, y, esto hay que verlo, no se trata de inteligente resignación sino plena confianza en la voluntad de Dios. Da igual que sea la hora de una cita, el encontrar aparcamiento o conseguir el dinero necesario para comprar unos yogurts…

A la hora de comer decidimos comer en el campo, el cielo amenaza lluvia, no hay problema ya despejará, hay sonrisas, entrega total en manos de Dios, ni una queja, con la sonrisa puesta incluso se permiten bailar la danza de la lluvia, sin gran éxito. De todos modos, como no podía ser de otra manera, encontramos en el bosque un espacio perfecto al abrigo de los arboles.

Continuará